ARQUITECTURA

Un hábito de calidad sobre los bienes duraderos

Apostar por la vivienda como el mayor de los bienes duraderos será una apuesta simultánea a la calidad de vida y a la protección y mejora del valor de nuestras inversiones.

Por Facundo Baudoin, arquitecto y CEO de la consultora Baudoin Arquitectos C.A.

El historiador y gurú de Silicon Valley, Yuval Noah Harari , en su libro Sapiens, de animales a dioses, distingue la evolución de la especie humana del resto de los seres vivos por su capacidad de crear chismes, que luego se conviertan en mitos y posteriormente en leyes humanas. Dice que el mayor de estos chimes, convertido en ley, es el del dinero. Y que el dinero, lejos de tener una característica cuantificable por las leyes de la física, como lo es por ejemplo la gravedad, es una invención absoluta por leyes y normas impuestas por el propio hombre y sobre las cuales todos estamos de acuerdo.

Pero, ¿qué pasa cuando se desmorona alguno de estos chismes hechos leyes?, pensemos en el terraplanismo. Entonces en el imaginario común aparece la duda y la desconfianza, hasta el afianzamiento de un nuevo orden de ideas que sustituya el anterior.

Para cualquier especialista es transparente que la razón fundamental de la crisis geopolítica y económica actual del mundo viene dada por esta razón (un cambio de orden en la confianza establecida).
El crecimiento de países como China, India, Rusia, Sudáfrica, Brasil, etc. La expansión y afianzamiento de los BRICS (liderados por China y a la cabeza de Russeff) han puesto en cuestión la hegemonía de los Estados Unidos, a partir alternativas concretas a la supremacía de su moneda como divisa de reserva.

Nunca antes habíamos vivido un proceso de desglobalización que de una manera tan abrupta; revirtiese la posibilidad de un mundo unipolar (EEUU) a uno de bandos extremos, bipolar sin pasar por uno multi polar. La contraposición radical de países emergentes vs países establecidos como dominantes de vieja data (principalmente Europa y el norte de América) es una condición sin duda inesperada y novedosa en la historia de la geopolítica.

La acción de confiscar las reservas rusas en dólares tuvo un efecto boomerang que ha socavado las bases de la confianza en el dólar como moneda de reserva, abriendo la puerta a el yuan como alternativa a la compra de deudas. La turbulencia apenas empieza dejando a la teoría del fin de la historia todavía con mucho por ser reescrito. Las grietas de la confianza han trascendido a los grandes bancos, dejando un futuro nublado al papel moneda, y los planes inmediatos de un euro y dólar virtual, sembrando la nostalgia por el patrón oro.

De manera local, debido a la falta de confianza en la estabilidad de nuestra propia moneda y a los rumores de devaluación (ciertos o no), recientemente hemos recurrido masivamente a la compra de dólares, al punto de agotar los ya reducidos existentes en el mercado. Como siempre en estos casos, la serpiente se muerde la cola, ya que cierta o no la crisis de los dólares, cualquier corrida financiera afecta la estabilidad del sistema.

El sistema se sustenta fundamentalmente en la confianza y la confianza, entre otras cosas, en la transparencia y en el cumplimiento de las propias reglas. Entonces qué hacer para no sufrir riesgos, ante una palpable inflación y una posible devaluación.

Difícil dar una única respuesta, pues depende de cada escenario. Por tal motivo, proponer una determinación conceptual será más pertinente. Retomando a Harari, pareciera conveniente distinguir el mito de lo cierto, la verdad establecida, del rumor. Pensar dando un mayor peso al presente, confiar más en lo concreto que lo virtual y, si de dinero se trata, apostar más por lo conservador y más estable. Valdrá la pena para inversiones grandes sin duda apostar por el patrón oro o recursos minerales.

Pero si los ahorros son pequeños o de un alcance periódico, quizás la mejor inversión sea en nuestro cotidiano. Por absurdo que parezca, siempre es hoy y nosotros mismos en nuestro habitar somos parte de la verdad establecida. Entonces, apostar por bienes duraderos será, sin duda, un riesgo controlado. Apostar por la vivienda como el “mayor de los bienes duraderos” será entonces una apuesta simultánea a la calidad de vida y a la protección y mejora del valor de nuestras inversiones.

En ese sentido, el crecimiento progresivo y la remodelación estratégica de nuestros bienes son sin duda alternativas positivas a las grandes inversiones. Habitemos hoy manteniendo inteligentemente para crecer todos los días.

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